Santidad

Ardiendo mi alma de pasión sagrada,
De lo bueno y lo divino enamorada.

Lo santo y puro, con afán buscaba
Y a Dios clamé, pues no ignoraba,
Que tan solo en él hallar podría
La luz y gracia que tanto apetecía.

Atento estuve, y una voz me dijo:
Si dentro miras de tu ser, de fijo,
Sabrás el porque de tus desvelos
Y el porque de tus ávidos anhelos.

Hacia mi alma volví, pues, la mirada
Y vila prisionera y dominada,
Por la duda, el miedo y otros males,
Privada de los dones celestiales.

Luzbel, traidor, habíala engañado
Y de la paz habíala privado.
Piedad, pidiendo al Salvador divino
Lloré, temiendo mi letal destino.

En esa hora de pesar e incertidumbre
del Espíritu la inmaculada lumbre,
Descendió hasta mi alma entristecida
Y llenóla de luz y nueva vida.

Grandioso cambio fue el que se
produjo, de la duda a la confianza me condujo,
Y del miedo y la cruenta pena
Al gozo y a la paz dulce y serena.

Fuerzas nuevas sentí que recibía
Que algo nuevo en mí se producía,
Y que do antes Satán me derrotaba,
Ahora, felizmente, yo triunfaba.

Era el triunfo del amor y la piedad,
Del Señor la gloriosa santidad.

                             Eduardo Palací

La marca de un santo no es la perfección, sino la consagración.
Un santo no es un hombre sin faltas,
es un hombre que se ha dado sin reservas a Dios.

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